Un barco navegando sobre las dunas del desierto, visión irreal propia de un desvarío nocturno. O la alegoría del desierto como océano de arena. O también, más sencillo pero también más sorprendente: lo que el director David Lean soñó, imaginó, concibió o, simplemente deliró para mostrar que los protagonistas de Lawrence of Arabia, tras un largo camino, se encontraban finalmente ante el Canal de Suez.
Morbosamente enamorado del desierto, Lean acostumbraba a levantarse una o dos horas antes que el resto de miembros del rodaje de su obra maestra solo para poder contemplar en silencio los amaneceres en aquel paisaje monumental cuya belleza le absorbía hasta más allá de la sensatez. Cuando los actores y técnicos despertaban encontraban al director ya sentado en su silla, a solas, contemplando el horizonte sin pronunciar una palabra. Todos sabían que se había quitado horas de sueño —en un rodaje ya duro de por sí— solo para dedicarse a adorar el desierto consumido por una obsesión enfermiza.
El director meditaba durante horas con la mirada perdida en el panorama buscando perspectivas, ángulos, lugares desde los que obtener una vista del desierto lo más espectacular posible. Incluso para mostrar el Canal de Suez quiso David Lean que la arena, y no el agua, fuese la protagonista absoluto de la escena. Solo así, ardiendo en una fascinación casi sexual por aquellos desolados escenarios, pudo regalarnos todas esas hipnotizantes secuencias que hacen de Lawrence of Arabia el ejercicio paisajístico más poderoso de la historia del cine.
No es extraño que el carácter irreal, casi onírico, de estas secuencias tuviese un marcado impacto sobre un género en principio tan alejado de Lawrence of Arabia como lo es la ciencia-ficción, y no solo por la influencia de sus paisajes desérticos sobre películas como 2001: a space odyssey o la trilogía Star Wars. Steven Spielberg retomó de manera prácticamente idéntica la fantástica imagen de un barco en mitad del desierto en su célebre Close encounters of the third kind nada menos que para materializar la naturaleza anómala de una intervención alienígena. Tal era el poder de la imaginería de David Lean: visiones de este mundo que parecían propias de otros planetas.
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