domingo, 11 de octubre de 2015

Yonquis de hielo y fuego


Observe esta fotografía. ¿Qué ve en ella? Si simplemente ve a un «entrañable abuelete» no se preocupe, está usted a salvo. Si reconoce a un «entrañable abuelete algo freak» es posible que esté usted en peligro, porque cualquier día se le puede despertar el interés por saber algo más de él. Si sabe perfectamente quién es y lo identifica como un «entrañable abuelete algo freak» y se atreve a calificarlo, además, como «un genio de la literatura contemporánea», sepa que ya ha sobrepasado usted el punto de no retorno, está en caída libre, y solo una velocidad lectora comparable a la de un ciego en un universo donde aún no se haya inventado el braille puede salvarle. Si usted es uno de esos a los que al ver la imagen se le disparan las pulsaciones, le bulle la sangre y ve a un «entrañable abuelete algo freak», al que se atreve a calificar como un «genio de la literatura contemporánea» y, además, como un «gandul irredento al que le gustaría estrangular con sus propias manos pero, al mismo tiempo, no quiere hacerlo porque eso significaría que nunca más vuelva a escribir», bienvenido al club: es usted un yonqui de hielo y fuego.
Este entrañable abuelete (en eso estamos todos de acuerdo, profanos y yonquis) es George R. R. Martin, escritor de novelas fantásticas. El buen hombre no pasaría de esa categoría si un buen día, en los noventa, no hubiera escrito Juego de tronos, el primer libro de Canción de hielo y fuego, obra que está pensada para ser constituida por siete entregas. Situada en un lugar imaginario, en una época imaginaria (pero con muchas similitudes con la Edad Media) es lo que se ha dado en llamar una novela-río; esto es, en la que muchas tramas inconexas se van entremezclando. Actualmente millones de fanes en todo el mundo están enganchados. Eso, a priori, parece algo bueno para todos: el autor, porque obtiene unas ventas extraordinarias; y los lectores, porque leen ávidamente una historia que les cautiva. El problema es que hasta el momento el bueno de George solo ha escrito cuatro de los siete libros. Recientemente se anunció la publicación del quinto libro para el mes de julio de este año, pero ya pocos se lo creen. Si esto hubiera sucedido hace veinte años nadie estaría excesivamente preocupado, porque los que ya han devorado el cuarto pensarían que se está documentando exhaustivamente para el quinto libro y que, quizá, esté escribiendo los tres que faltan al mismo tiempo. Pero lo malo es que, hoy en día, existe internet. Y George R.R. Martin tiene una web propia, así como un blog. Y es a través de ese blog donde los yonquis de hielo y fuego, que ya han leído el cuarto libro y esperan con avidez la siguiente entrega para saber cómo continúa la historia, ven que, en lugar de dedicarse a escribir, el entrañable abuelete se dedica a ver partidos de fútbol americano, asistir a convenciones, celebrar su propia boda (con una ambientación, cómo no, similar a la de su célebre novela), ocuparse del guion de la adaptación del primer libro a la televisión (serie que ha sido recientemente estrenada, quizá el lector haya oído hablar)… es decir: a cualquier cosa menos a escribir. Entonces es cuando acuden a la mente de esos yonquis inquietantes pensamientos del tipo: «ya es muy mayor…», «está demasiado gordo…», «quién sabe cuántos años le quedan…» para acabar concluyendo que, si se muere antes de acabar de escribir los siete libros, será un cabrón.
Así que, desde este humilde rincón te lo pido: George, necesitamos nuestra droga, no nos seas cabrón.

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