Hay todo un universo de viñetas que se mudaron del folio a la pantalla de plata perdiendo más o menos dignidad en el proceso. La audiencia solo ha conservado en la memoria popular a caballeros oscuros, vecinos trepamuros y gente con uniformes de trabajo tan coloridos como para comandar la carroza el día del Orgullo. Pero hay cine con alma de tinta más allá de las capas y los superpoderes.
Viñetas olvidadas: repaso de algunas adaptaciones del tebeo a la gran pantalla que se salen del tópico superheroico.
Scott Pilgrim vs. the world
Edgar Wright (Shaun of the dead y Hot fuzz) acomete la dura tarea de adaptar seis tomos de épicas aventuras veinteañeras enmarcadas en estética de videojuego old school.
El resultado es divertido y tiene un ritmo endiablado (con algunos cambios de plano memorables), podando mucho por el camino y tomándose bastantes libertades pero, al mismo tiempo, siendo extremadamente fiel en pasajes puntuales y aportando ingeniosas ideas como el dar forma visual a las onomatopeyas para divertirse jugando con ellas.
La elección de Michael Cera para dar vida al caradura protagonista descoloca, la de la mirada de Mary Elizabeth Winstead se agradece.
Y un detallazo: por una vez en una obra que utiliza música ficticia de grupos ficticios las canciones que se han creado a tal efecto no dan vergüenza ajena. Sino todo lo contrario.
Road to perdition
La cinta de Sam Mendes protagonizada por Tom Hanks, Paul Newman y Jude Law era una adaptación de un cómic de idéntico título escrito por Max Allan Collins, que a su vez bebía, y mucho, del mítico manga 子連れ狼.
El cómic tuvo dos secuelas y la película, una deconstrucción del género negro, estuvo nominada a seis Oscar y se llevó el de fotografía con una puesta en escena inspirada en los cuadros de Edward Hooper. Tanto cómic como película son recomendables, pese a que el guion del filme, al sufrir diversas reescrituras, se apartó ligeramente del material original.
Ninja turtles
Icono noventero por excelencia, las tortugas tenían su origen en un tebeo de 1984 bastante más cafre que la película: las páginas comenzaron como una parodia verdosa de Daredevil y, a mediados de los 90, al pasar la obra a manos de la editorial Image, las historias fueron degenerando en un divertimento oscuro y violento: Leonardo perdía una mano, Splinter se transformaba en murciélago, Raphael veía desfigurada su cara y más tarde se convertiría en Shredder y Donatello era reconstruido en forma de cíborg.
La primera película de acción real adaptaba las páginas rebajando el tono y añadiendo odiosos tópicos surferos (pizzas y cowabungas). De su secuela fílmica, solo con saber que la guest star era Vanilla Ice, poca cosa habría que decir y, por último, las verdes llegaron a tener una tercera entrega, con viajes en el tiempo. Soporífera.
Recientemente se recuperó a los personajes en forma de cinta de animación computer generated del montón, mientras que en el papel se trató de olvidar y formatear la del desmadre de Image con la edición de historias nuevas.
올드보이
박찬욱 sorprendió en 2003 con una historia de venganza en la que un hombre, tras ser secuestrado durante quince años en una habitación, y teniendo como única compañía un televisor, es liberado para descubrir quién está detrás de su encierro y el porqué de este.
La película es un ejercicio sobresaliente de gran personalidad visual y delirios importantes en cuya epopeya el protagonista se abría paso a golpe de martillo, devoraba pulpos vivos y se enfrentaba a un villano con el plan más retorcido y enfermo de la historia de los antagonistas peliculeros.
Formaba parte de la trilogía de la venganza del director, compuesta por 복수는 나의 것,
올드보이 y 친절한 금자씨.
Lo que pocos sabían es que la obra estaba basada en la premisa de un manga del mismo título creado por Garon Tchusiya a finales de los 90.
La gran aventura de Mortadelo y Filemón
El universo de Javier Fesser bebía mucho del tebeo de Ibáñez, como bien reflejaban cortometrajes y películas anteriores (Aquel ritmillo, El milagro de P. Tinto). Así pues, Fesser fue la elección más acertada para trasladar algo tan imposible (y castizo) como las aventuras de Mortadelo y Filemón al formato película.
El resultado tenía un prólogo brillante, una fabulosa puesta en escena, homenajes a héroes del tebeo patrio (Anacleto, un genial guiño a 13 Rue del Percebe o la gracia de un Rompetechos fachorro) y un desarrollo muy irregular pero divertido. Eso sí, la desquiciada referencia a Indiana Jones and the last crusade dejó a media audiencia con el culo hecho un puzle de mil piezas.
Miguel Bardem se encargaría de una olvidable secuela con muchísima menos maña.
Men in black
Apaleadísima por una crítica que no acabó de pillarle el punto de humor cartooniano, la cinta, que contaba las aventuras de J y K, estaba basada en unas páginas noventeras de vida muy breve (tres números), que presentaban a unos hombres de negro enfrentándose a demonios, alienígenas, mutantes y todo tipo de monstruo paranormal. Para la película se quedaron solo con la parte marciana, y sustituyeron detalles tan políticamente incorrectos como el asesinato de los testigos por otras opciones más familiares en forma de flasheadores de memoria. Sufrió una secuela menos divertida e interesante con la bizarrada de tener a Johnny Knoxville en el reparto y un cameo de Michael Jackson.
Blueberry
Jean-Michel Charlier y Moebius inventaron a Blueberry en papel, un vaquero con facciones de Jean Paul Belmondo y algunos destellos de MacGyver en pleno Oeste.
El francés Jan Kounen (que venía de dirigir la violenta Dobermann) se encargó de la adaptación a pantalla grande. El problema fue que el hombre estuvo antes del viaje metiéndose peyote con un chamán, y gracias a eso la película se convirtió en un desvarío lisérgico bastante tostonazo con Vincent Cassel, Juliette Lewis y Michael Madsen que solo conservaba del referente original el nombre del protagonista. Una desgracia.
A history of violence
El thriller de Cronenberg protagonizado por Aragorn/Alatriste fue aplaudido por gran parte de la crítica, que agradeció que el director se apartara de sus neuras de nueva carne y gente con complementos cárnicos donde enchufar el iPod.
La historia estaba basada en una novela gráfica de idéntico título, pero el propio director aseguró que desconocía ese dato hasta que se pusieron a trabajar en una reescritura del guion durante la preproducción.
The mask
Era 1994, Jim Carrey todavía no resultaba terriblemente cansino y la audiencia se sorprendía con esa estupenda demo técnica del efecto especial que era la película The mask. Su origen estaba en un cómic de similar premisa (una máscara que concede poderes a aquel que la encuentra) pero con peor baba: los dibujos originales hacían de la ultraviolencia su leitmotiv y el portador de la máscara tendía a iniciar masacres en serie y asesinar a todo el que se le cruzase, detalles encantadores que, curiosamente, fueron eliminados para la película. La decencia y lo políticamente correcto, como siempre, quitándonos tantas cosas divertidas.
Garfield
El traslado a celuloide del orondo felino que reinaba en las tiras cómicas creadas por Jim Davis no podía haber sido más desastroso: infumable mezcla de Garfield generado por ordenador e imagen real. Bill Murray reconoció en una entrevista que aceptó ponerle voz al gato porque cuando le pasaron el guion confundió al Joel Cohen que lo firmaba con el Joel de los hermanos Coen (aprended, por Dios, el de Fargo se escribe sin hache). Eso sí, en la secuela participó alegremente.
Años más tarde, en la cinta Zombieland, Bill Murray se interpretó sí mismo y, en cierto momento del filme, tras ser disparado, se le pregunta si tiene algo de lo que arrepentirse. «Garfield», responde.
Y con razón.
Continuaremos en el Volumen 2.
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