viernes, 12 de junio de 2015

Portugal y la UE; una jornada, un suceso, un futuro

Portugal celebró su día nacional, Día de Camões y de las Comunidades Portuguesas, anteayer. Hoy, señalamos el trigésimo aniversario de la firma de adhesión de Portugal y de España a la Comunidad Económica Europea. Después de mañana, conmemoramos el trigésimo aniversario de la firma del Tratado de Schengen.

Los aniversarios y las celebraciones pueden, ocasionalmente, parecer fuera de lugar, repetitivos y, para algunos, sin particular relevancia. Los más jóvenes pueden incluso cuestionar su propósito, y su origen causarles alguna perplejidad. Pero ahora, más que nunca, es necesario hacer una pausa y reflexionar sobre nuestra identidad, historia y futuro compartidos.

Existe efectivamente un hilo conductor que une todas estas efemérides y que es de gran relevancia para Portugal y para sus relaciones con la Unión Europea: los aniversarios nos recuerdan la curiosidad, la impasibilidad y la libertad que constituyen la base del pasado y del futuro de Portugal. Tal como Camões, que con su vida intrépida y con su pluma delimitó y diseñó incluso un sentido de nacionalidad para todos los portugueses, la libertad de circulación instituida por el Tratado de Schengen y la pertenencia a la Unión Europea, evocan el apego de los portugueses por la libertad de circulación en detrimento de las fronteras.

Desde la Revolución de los Claveles hasta el Tratado de Lisboa, la relación entre la Unión Europea y Portugal ha sido recíprocamente enriquecedora. El camino de Portugal en dirección a la Comunidad Económica Europea contribuyó en plasmar y substantivar las políticas tendentes a la adhesión; propició orientación a las reformas económicas, transformó el edificio social de Portugal, a través de inversión, fondos regionales y de investigación, legislación europea, acceso al mercado común y de las cuatro libertades que subyacen a las de la Unión Europea.

Podríamos mirar todo tipo de datos probatorios de los beneficios de la permanencia de Portugal a la Unión Europea: según la OCDE, en los últimos treinta años, el PIB se ha cuadruplicado, la esperanza de vida se ha aproximado a la de las economías más pujantes y los niveles de educación continúan creciendo sustentadamente, teniendo en cuenta que la población con formación superior se ha duplicado, en relación al año 2000. Los derechos por los cuales han peleado los portugueses —y que la pertenencia a la Unión Europea ha reforzado— no son cuantificables, pero ni por eso menos valiosos.

Es innegable que en los 30 años de pertenencia a la Unión Europea ha habido problemas. Los ciudadanos portugueses son los que mejor lo saben. Portugal atravesó y salió del programa de asistencia de la troika, de setenta y ocho mil millones de euros, con pesados costes económicos y sociales. Las familias y los portugueses han soportado los sacrificios con dignidad.

Unidos, hemos conseguido escudarnos ante la amenaza sobre nuestra moneda única y evitar el colapso de nuestras economías; hemos introducido reformas importantes a nuestra gobernanza económica y supervisión financiera. Pero subsisten cuestiones cruciales que nos interpelan: ¿hemos sacado enseñanzas de la crisis? ¿Cuáles son los próximos pasos para la Unión Europea y para Portugal? ¿Tenemos lo que es necesario para pasar de una recuperación frágil a la recuperación del empleo?

Portugal y la Unión Europea atraviesan tiempos inciertos. La volatilidad en la economía y en la escena internacional, los desgastadores debates sobre Grexit y Brexit (la salida de Grecia y del Reino Unido de la UE), hacen vulnerable a toda la Unión Europea. El ritmo de la creación de empleo continúa lento. Uno de cada diez ciudadanos de la UE está desempleado y el problema es particularmente grave para nuestros jóvenes. Los ciudadanos, las empresas y los inversores necesitan certezas para estimular la búsqueda y la inversión. Pero, incluso en este escenario de incerteza, los ciudadanos portugueses no cuestionan la validez del proyecto europeo: sí cuestionan su actuación y sentido de la justicia.

Durante la crisis, la Unión Europea ha estado agonizante. No estábamos preparados para la crisis y tuvimos que construir los instrumentos necesarios para combatirla en plena tempestad. Así y todo, nos faltó un sentido claro de dirección, dado que nuestro primer objetivo era mantenernos en la superficie.

Para salir definitivamente de la crisis, Europa necesita actuar de forma decisiva, con un plano para fortalecerse, en sus políticas internas como externas. Como un navegador portugués en alta mar, después de arreglar su barco destrozado, necesitamos ahora redefinir nuestra ruta con poder de decisión, liderazgo y coraje. Más que nunca, Europa necesita capacidad de proeza de Portugal para continuar su jornada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario