domingo, 3 de mayo de 2015

Europa no aprende de su pasado

La cifra de refugiados en el mundo ha alcanzado este año los 50 millones de 1945, en el fin de la II Guerra Mundial. Aquella terrible experiencia llevó a la creación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (Acnur) en 1950. Volver a aquellas cifras merece que pensemos en aquel pasado y en este presente. Las imágenes de estos días de los barcos atestados y las de los muertos flotando no son nuevas, las hemos visto a diario en los últimos años, incluso las de muertos lanzados por el mar en playas llenas de bañistas echados al sol. Las noticias y las imágenes asaltan levemente nuestra tranquilidad en una escalada que dura ya, ¿cuánto? ¿Dos décadas? Europa se conmociona, se lamenta su opinión pública y las autoridades hablan de reaccionar sin conseguirlo nunca. Solo atinan a expulsar más y mejor a los que llegan, a blindarse más y mejor en una escalada desesperada para construir el Muro de Adriano, la muralla china, defender las Termópilas o inventar un limes capaz de frenar a los bárbaros que, como estudiamos en la escuela, siempre quieren acabar con nosotros. La opinión pública europea reacciona de vez en cuando, por el número y su magia (700 muertos en un naufragio), por la fuerza de la imagen. Hasta la próxima.

Si hablamos de cifras todo adquiere otra dimensión. ¿Qué significa la emigración que rechazamos sobre el conjunto de los 500 millones de habitantes de la Unión Europea donde están algunos de los países de menor crecimiento vegetativo? Los refugiados de todo el mundo en este momento suponen solo el 10 % de la población Europea y no todos quieren ni pueden venir a Europa, pero sería factible una amplia política de acogida. El ritmo general de inmigración venía siendo en este siglo de 1,5 millones anuales pero en el 2012 solo el 4 % de la población de la UE eran extraeuropeos (20 millones). Los inmigrantes ilegales interceptados en las fronteras rondaban los 100.000 pero el año pasado superaron los 250.000 y los inmigrantes que murieron intentando entrar hasta el 2013 se estiman en 23.000, en el 2014 fueron 3.000 y en lo que llevamos del año ya superan los 1.700. De las razones de la emigración no tienen que hablarnos a los gallegos y de las del exilio a nadie con memoria. Sabemos por qué la gente emigra y por qué aumentan las cifras de inmigrantes clandestinos desesperados en los últimos años de destrucción de Estados y guerras civiles.

Sabemos muchas cosas, pero olvidamos las razones que llevaron a la creación de la Acnur después de 1945. No fue la guerra en sí, sino el recuerdo de los refugiados españoles de 1939, de los alemanes y de otros países en 1945 atestando barcos que naufragaban, de la responsabilidad de los 32 países que asistieron a la Conferencia de Évian sobre la emigración judía (1938) y la conciencia de haberla hecho vagar de puerto en puerto, en barcos como el St. Louis, cuando escapaba de un Holocausto que todos facilitaron por mucho que le sigamos echando la culpa a los ejecutores nazis de Alemania y otros países. El «drama de la emigración» como le llamamos con frecuencia parece tener mal amaño pero solo el 14 % de los europeos están en contra de la inmigración. No le echemos la culpa a la opinión pública, como hicieron en 1939, sino a quien tiene en la mano la solución.

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